Cultura y tradición

Cultura y tradición

La historia del pueblo

San Miguel de Abona tiene como referencia principal la calle de la Iglesia en todo su recorrido. El casco histórico se ubica a lo largo de este trazado, el cual corresponde al antiguo camino real que discurre por la medianía de la comarca de Abona y comunica con Granadilla, San Miguel y el Valle de San Lorenzo.

Esta histórica vía no sólo tuvo una importancia económica y social antiguamente, ya que fue el principal medio de transporte de personas entre los principales enclaves habitados del sur de la isla, sino que también tiene un significado simbólico y cultural muy importante para sus habitantes. El Vía Crucis parte del portal principal de la iglesia parroquial y finaliza en El Calvario, al final del pueblo y frente a una gran finca rural: la Casa del Capitán.

Desde el punto de vista arquitectónico, el casco histórico está formado por edificios de una y dos plantas. Sus tipologías muestran, en gran medida, los rasgos típicos de la arquitectura doméstica tradicional, aunque modificados por las tendencias estilísticas que se impusieron a lo largo del siglo XIX y principios del XX, alternando casas de tierra vinculadas a la población más humilde, con otras de mayor envergadura y altura. casas bajas, que históricamente han pertenecido a labradores acomodados o a familias terratenientes de esta zona del sur de la isla. .

La arquitectura del lugar

En general, se trata de viviendas amplias, organizadas en torno a un patio central, con habitaciones comunicadas por pasillos. Estas viviendas tienen una distribución simétrica, con predominio de las ventanas de guillotina, sin balcones y alternando los tejados de teja o techados, característico en las edificaciones del sur de la isla. Las cubiertas planas son habituales en las crujías principales y la fachada se remata con un parapeto de mampostería. Muestran la sobriedad propia de una zona tradicionalmente alejada de los grandes núcleos urbanos donde se afianzan las influencias foráneas.

Un segundo tipo de vivienda corresponde a la casa de una sola planta o terrera, asociada a una población más humilde, que representa el porcentaje mayoritario de las edificaciones del conjunto, incorporando los estilos propios de finales del siglo XIX y principios del XX en cuanto a la composición de las fachadas.

El casco histórico se agrupa en torno a la iglesia de San Miguel, cuyos orígenes se remontan a 1665, año en que fue declarada ermita.

Su construcción fue promovida por la familia García del Castillo, gran terrateniente de la zona. Pronto resultó insuficiente para atender a la creciente población de San Miguel, y se impulsó su ampliación, que se aceleró tras su conversión en iglesia parroquial en 1796. En la primera mitad del siglo XIX se completó la construcción de la nave, junto con las dos sacristías y la torre. En 1953 se añadió una nueva torre -algo desproporcionada con las dimensiones de la iglesia- y se reformó la fachada tradicional.

En el perímetro de la plaza de la iglesia se encuentran una serie de edificios tradicionales, entre ellos la Biblioteca Municipal y la casa natal de Juan Bethencourt Alfonso, de dos plantas y un luminoso balcón que da al patio trasero, donde se ubican las dependencias anexas. . Destaca la carpintería de sus vanos en la fachada principal.

Bajando por la calle de la Iglesia nos encontramos con varios edificios de una y dos plantas, que datan de los siglos XVIII al XX, que son ejemplos muy significativos de la arquitectura tradicional, así como del clasicismo que se ha extendido en la isla desde mediados del siglo XIX.

Un recorrido lleno de tradición

En el lado norte de la iglesia se encuentran los antiguos caños de agua que abastecieron al pueblo hasta bien entrado el siglo XX. En este sector podemos observar un conjunto de edificaciones tradicionales a lo largo de la calle Deseada, Guzmán y Cáceres. En la calle Deseada encontramos varias edificaciones tradicionales con tipologías muy características del sur, realizadas con sillares de toba, cubiertas de tejas, con gárgolas en la fachada.

También se ubican en esa zona dos edificios pertenecientes a las familias Alfonso y Calzadilla, respectivamente. El primero de ellos es una casa grande, con aspectos propios de la arquitectura rural pero con una fachada urbana, a la manera de una gran finca incrustada en un núcleo urbano; mientras que la casa de la familia Calzadilla destaca por su gran tamaño, cubierta plana y disposición simétrica de vanos con fachada. Más adelante, cabe mencionar el taller de carpintería, aún en funcionamiento, de larga tradición en el pueblo; y la Casa de Julia Galván Bello, de dos plantas y planta tradicional.

Al norte, un callejón estrecho conduce al primer generador que suministró electricidad al pueblo desde 1922, así como al molino de gofio, que aún está en funcionamiento. Entre las edificaciones al final de la calle se encuentra la Casa del Capitán, del siglo XVIII, con un gran balcón exterior y acceso mediante una escalera en la fachada. La cubierta es a cuatro aguas, extendiéndose el faldón sobre el balcón. El pajar ocupa la planta superior, a la que se accede desde la primera planta. Ahora ha sido restaurado con éxito como museo local.

Frente a ella, el Calvario de estilo clasicista de la segunda mitad del siglo XIX remata el Vía Crucis que discurre por la calle de la Iglesia. Los orígenes del núcleo de San Miguel son inciertos, pues sólo se tiene constancia de la construcción por parte de los vecinos de la primitiva ermita -luego convertida en iglesia parroquial- a mediados del siglo XVII, quizás en 1655.

La parroquia de San Miguel se separó de la parroquia de Vilaflor en 1797, y en 1865 contaba con plaza y 16 calles, siendo las más urbanizadas las de La Cruz y Portillo, con 30 y 20 casas, para un total de 150. Para 1888 había crecido a 256 edificios y un total de 1.171 habitantes.

La creciente burguesía agraria asentada en la villa jugó un papel importante en el crecimiento de San Miguel, destacando las familias Feo, Bello Marrero, Calzadilla y Alfonso, algunos de cuyos miembros ocuparon el cargo de alcalde real de Vilaflor. Su poder económico provenía de las fortunas amasadas en América y de su inversión en la compra de terrenos en su pueblo natal, así como en la apropiación y gestión de las tierras del mayorazgo de Chasna y del señorío de Adeje.

La creciente prosperidad económica y demográfica de San Miguel, así como su lejanía de su parroquia, acrecentaron el deseo de emancipación de Vilaflor. El proceso culminó con la creación de la parroquia en 1798 y la segregación administrativa como municipio en el mismo año. La consolidación de San Miguel como núcleo urbano se produce en ell siglo XIX al XX. Hasta entonces no había sido más que un conjunto de edificios más o menos agrupados, pero con poca entidad urbanística.

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Fuente: Gobierno de Canarias

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